Resumen |
Analizar los cambios internacionales del último año y apuntar las tendencias inmediatas, objetivo principal de Panorama estratégico desde<br/>su primera edición en 1996, puede parecer tarea fácil si se compara con<br/>el estudio de las grandes convulsiones del último siglo, como la Primera<br/>Guerra Mundial, de la que en este 2014 se cumple el primer centenario.<br/>Esta fecha, los 75 años del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y<br/>los 25 años de la caída del muro de Berlín hacen de 2014 una oportunidad histórica para recordar lo mejor y lo peor del continente europeo,<br/>especialmente el milagro del proceso de construcción supranacional en<br/>el último medio siglo y las profundas divisiones que todavía existen para<br/>coronar ese proceso y superar definitivamente los fantasmas del pasado.<br/>A primera vista, es difícil encontrar algún paralelismo entre lo sucedido<br/>en los meses previos al asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo<br/>el 28 de junio de 1914 y los hechos más destacados de 2013: el principio<br/>del fin de la crisis del euro, la guerra en Siria, el golpe en Egipto, el cambio de liderazgo y las nuevas reformas en China, los preocupantes bandazos del nuevo dirigente de Corea del Norte, las disputas territoriales en<br/>el mar de China Meridional, la dimisión de un papa, el tifón de Filipinas,<br/>la muerte de Hugo Chávez, la reelección de Merkel y de Netanyahu, la<br/>caída de Berlusconi, la recuperación de los mercados, viejos y nuevos<br/>conflictos armados en un África que dijo adiós a Mandela, la intervención<br/>francesa en Mali y la República Centroafricana con escasa ayuda internacional, el resurgimiento de la galaxia Al Qaeda en África y Oriente Medio,la continuación de movilizaciones ciudadanas contra sus Gobiernos desde Turquía a Brasil, pasando por Ucrania, o el conflicto entre libertad y<br/>seguridad —privacidad o protección de la comunidad— provocado por la<br/>filtración de documentos de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA, en sus siglas en inglés).<br/>Aunque la comisión presidencial de Obama aconsejó reformas en el sistema de espionaje y un tribunal federal consideró «posiblemente inconstitucional» la grabación indiscriminada y sin autorización judicial de millones de llamadas telefónicas de estadounidenses, el Departamento de<br/>Justicia optó por recurrir cualquier fallo en contra y los responsables de<br/>la seguridad cerraron filas en defensa del sistema.<br/>Tras muchos de estos acontecimientos puntuales se divisan movimientos<br/>en fallas tectónicas o alianzas que parecían inmutables: entre el Vaticano y los conservadores tras la elección del papa Francisco, entre Ryad y<br/>Washington tras el pacto de los Estados Unidos con Irán, en la geopolítica<br/>energética por el aumento de la producción de fuentes alternativas a las<br/>de la OPEP y Rusia, entre los Estados Unidos y sus principales aliados por<br/>el uso abusivo de su sistema de espionaje y de seguridad.<br/>Tras las medidas de gracia y los nuevos atentados en Volgogrado en diciembre, el presidente ruso, Vladimir Putin, concentrado en salvar los<br/>Juegos Olímpicos de Sochi, reconoció en su mensaje de fin de año que el<br/>país «no puede seguir por esta senda», en referencia a la fuga masiva de<br/>capitales y al refugio de las fortunas más importantes del país en paraísos fiscales para no pagar impuestos.<br/>Las imágenes de caos en Irak, Siria, Líbano y otras partes del mundo<br/>árabe en el umbral entre 2013 y 2014 parecían anunciar el final de mapa<br/>regional diseñado en Sykes-Picot tras la Primera Guerra Mundial para<br/>Oriente Medio y una carrera acelerada por ocupar los vacíos de poder<br/>generados por la sacudida árabe y las nuevas prioridades estratégicas<br/>de los Estados Unidos en Asia-Pacífico. Si nos atenemos a la versión más<br/>antigua conocida sobre amigos y enemigos (el Arthashastra de Chanakya<br/>o Kautalya), con tantos enemigos comunes en Siria, Irak, Líbano, Afganistán o Yemen lo más sorprendente de la aproximación entre los Estados<br/>Unidos e Irán en 2013 es que hayan tardado tanto y no vayan todavía más<br/>lejos en su reconciliación.<br/>No hay medio ni dirigente con influencia, sin embargo, que no encuentre<br/>en los sucesos que desembocaron en la primera guerra total de la humanidad hace cien años similitudes, diferencias, luces y sombras dignas<br/>de tenerse en cuenta en el mundo de hoy. ¿Se está comprendiendo y respondiendo mejor que entonces al terrorismo y al nacionalismo? ¿Está Europa preparada para rupturas de algunos de sus Estados más antiguos,<br/>como, potencialmente, se asume en un referéndum como el de Escocia<br/>o el que pretenden los independentistas catalanes en España? ¿Estánatendiéndose de forma más responsable y eficaz para la seguridad y la<br/>estabilidad internacional las demandas crecientes de los ciudadanos de<br/>un liderazgo más democrático y transparente que el que todavía sufre<br/>una parte significativa de los habitantes del planeta?<br/>¿Se está gestionando mejor, acaso, la sensación dominante en las nuevas generaciones de que los tiempos de bonanza económica apenas les<br/>compensan y son, en cambio, las principales víctimas cuando llegan la<br/>crisis y la austeridad? ¿Cómo sorprenderse de que muchos de ellos vean<br/>en la revolución tecnológica y en los nuevos medios de comunicación<br/>herramientas para desahogar su frustración contra quienes gobiernan,<br/>independientemente del régimen político?<br/>«Por encima de todo, en 1914 se había impuesto la opinión de que la<br/>explosión de nuevas tecnologías y una distribución muy desigual de la<br/>riqueza estaban transformando el viejo orden de un modo incontrolable o<br/>imprevisible», escribía John Lichfield en The Independent el 22 de diciembre1<br/>. ¿Suena familiar?<br/>«Sin entrar en pormenores del Tratado de Versalles de 1919, es ampliamente aceptado que las condiciones impuestas al vencido pueblo alemán<br/>fueron un error de consecuencias trágicas», escribía Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales<br/>el 6 de enero. «Pero no menos determinantes fueron el nacionalismo nazi<br/>y fascista, el totalitarismo comunista y […] la falta de representación de la<br/>Sociedad de Naciones»2<br/>.<br/>En su último informe semanal de 2013, el equipo dirigido por Darío Valcárcel en Política Exterior calificaba de «inquietantes» los paralelismos<br/>entre las dos épocas. «Hoy, como entonces, las comunicaciones, el transporte, el comercio, la industria y la tecnología vivían/viven una edad de<br/>oro y, sin embargo, nada de ello impidió el estallido de la mayor guerra<br/>que había visto el mundo», escriben. «En 1914 las potencias hablaban<br/>de preservar su “honor”. Hoy, de su credibilidad y prestigio». Y añaden:<br/>«Todo ello debería servir de advertencia sobre la enorme vulnerabilidad<br/>del mundo ante los errores humanos, las catástrofes repentinas o simples accidentes. Pero, además, la conmemoración del centenario de la<br/>IGM [Primera Guerra Mundial] supone un asunto político delicado para<br/>la Unión Europea. Alemania, que no tiene planteado realizar grandes<br/>ceremonias públicas en 2014, ha propuesto convocar actos de recuerdoconjuntos con sus socios europeos. Ese objetivo parece inviable. Las conmemoraciones van a ser estrictamente nacionales»3<br/>.<br/>«Las causas inmediatas del conflicto no deben confundirse con tensiones<br/>más profundas y arraigadas en las relaciones internacionales o en los<br/>asuntos internos de las naciones que condujeron a la guerra», explicaba<br/>el Financial Times en su editorial del 1 de enero4<br/>. «Muchas semillas de la<br/>Primera Guerra Mundial se sembraron mucho antes de las matanzas en<br/>Sarajevo y, aunque tales actos de terrorismo son muy difíciles de evitar,<br/>tanto hoy como a comienzos del siglo XX, es esencial dar respuesta a las<br/>tensiones militares, políticas y económicas globales, y es responsabilidad de los gobernantes hacerlo de acuerdo con las normas internacionales aceptadas para asegurar una competencia ordenada entre Estados<br/>y pueblos»5<br/>. «Otra lección», añadía la publicación, «es que las fricciones<br/>entre nacionalismos rivales, atizados por el orgullo, la ambición, la ignorancia y litigios históricos bien removidos, pueden generar guerras hoy<br/>igual que en 1914. Los riesgos son especialmente graves si el sistema<br/>internacional está en proceso de revisión por el surgimiento de nuevas<br/>grandes potencias y el declive relativo de las viejas. Hace cien años era<br/>Alemania la que buscaba su lugar bajo el sol a expensas del imperio británico. Hoy son, cada vez con más insistencia, China y los Estados Unidos».<br/>«Una tercera lección es la estupidez de ir a la guerra con el convencimiento de que será corta, barata y de consecuencias controlables. Tan<br/>equivocados han estado los políticos y generales que así lo creyeron en<br/>1914, fiándose de las guerras limitadas para la unificación de Alemania e<br/>Italia, como Washington y Londres cuando invadieron Irak en 2003». «La<br/>lección final», concluye, «es que, si estalla la guerra, cuando termine se<br/>construirá una paz segura, algo que no se hizo en la Conferencia de París<br/>en 1919-1920»6<br/> ni se está haciendo tras las principales guerras de hoy.<br/>Es probable que la Administración Obama se haga eco de algunas de<br/>estas lecciones en su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, que, de<br/>acuerdo con la ley Goldwater-Nichols de 1986, debe presentar al Congreso en 2014. Si en la de 2010 apostó por la retirada de Afganistán e Irak<br/>y por la adaptación de las cuentas del Pentágono a las prioridades de la<br/>reconstrucción nacional, en la nueva, con una economía recuperada de<br/>la crisis, se espera que desarrolle una verdadera estrategia integral de<br/>prevención de conflictos y de ciberseguridad para hacer frente de forma<br/>más eficaz a las nuevas guerras (este año ninguna interestatal) y a crisis como la provocada en 2013 por la publicación de numerosos documentos<br/>secretos de la NSA. |